domingo, 27 de febrero de 2011

La labor de cada uno.


         El otro día me interpelaba un vecino de blog (realmente lanzaba una reflexión en general, pero como yo últimamente estoy muy suspicaz me lo tomé como algo personal) sobre qué hacíamos cada uno de nosotros para trabajar en la unidad de la izquierda. Al día siguiente, con el debate de fondo de la reducción de velocidad y la reducción del consumo de derivados del petróleo, se lanzaba una pregunta que comenzaba con el mismo enunciado: ¿Qué haces tú para (en este caso) reducir la emisión de gases contaminantes?
         En éstas y en otras muchas preguntas surge el cuestionamiento de la actitud individual ante los problemas que nos rodean. Son variadas las repuestas: “esto no va conmigo, qué va a hacer una persona sola, esto no tiene solución, si nos juntásemos más gente podríamos…”
         Muchas veces se intuye detrás de las respuestas la sombra de la resignación. Y creo que debemos rebelarnos ante esta percepción: son posibles los cambios. A lo largo de la historia los cambios políticos y sociales de progreso se han podido ir realizando; cierto que con esfuerzos colectivos pero siempre contando con el compromiso individual. Para el desarrollo de los valores ciudadanos de libertad, fraternidad e igualdad, que han acompañado muchos de estos cambios y que han producido una importante transformación colectiva, ha sido necesaria la responsabilidad individual.
         Para dibujar más nítidamente mi respuesta he encontrado un relato que explica mucho mejor lo que os quiero expresar.
         El cuento del colibrí
         Cuentan los guaraníes que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible. De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse.
         Al instante, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento harto estrafalario:
         ¿Qué haces colibrí?, le preguntó.
         Voy al lago -respondió el ave- tomo agua con el pico y la echó en el fuego para apagar el incendio.
         El jaguar se sonrió.
         ¿Estás loco? -le dijo. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo con tu pequeño pico tú solo?
         Bueno- respondió, el colibrí- yo hago mi parte…
         Y tras decir esto, se marchó a por más agua al lago.

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