miércoles, 2 de marzo de 2011

Lo que la crisis nos ha devuelto

         Estos días estamos debatiendo una medida que más allá de la crítica por su improvisación, incorrecta comunicación y, sobre todo, por su carácter temporal (con todas las ventajas que según el Presidente conlleva no entiendo que sea transitoria), ha vuelto a poner sobre la mesa una palabra que no hace mucho tiempo estaba casi olvidada en nuestro léxico público: ahorro.
         Al anuncio por parte de Gobierno de la limitación a 110 km/hora como velocidad máxima en autovías y autopistas, han continuado otras como el próximo cambio de la iluminación pública con bombillas de bajo consumo o la coordinación del parque móvil, todo ello buscando el mismo objetivo: ahorro energético.
         El pasado verano era habitual ver anunciar en ruedas de prensa a los concejales de fiestas de todos los Ayuntamientos de Navarra la reducción de actos festivos. Nos decían “Este año hemos realizado un presupuesto riguroso”. Le podíamos haber preguntado: ¿Dónde estaba la rigurosidad con fondos públicos en otros años? Dejaré esta pregunta en el aire para mejores tiempos.
         Cuando hace dos años alguna localidad ya se planteaba esta cuestión, tuve claro que esta crisis iba a ser más larga y dolorosa que los que nos contaban. Si estos concejales se atrevían con estas medidas tan poco populares será porque conocían que las arcas municipales estaban, o intuían que iban a estar, tiesas.
         Por muchas razones la palabra ahorro está de moda, y no lo digo sólo por el insultante bombardeo mediático de algún banco.
         Cuestiones como eficiencia energética, austeridad, previsión… se cuelan en todas las tertulias de los medios de comunicación con una fuerza no conocida por mí. Toca el ahorro.
         Bienvenido sea que en el debate público se apuesten por medidas que la mayoría de la ciudadanía lleva tiempo realizando.
         Pero, por desgracia, esto parece ser que durará poco. Hoy algún responsable económico ya alertaba que este incremento en el ahorro de las familias podía cortar los “brotes verdes” y frenar la salida de la crisis.
         ¡Qué pronto oiremos en la mismas tertulias, “Consumid malditos, consumid”!

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