sábado, 12 de febrero de 2011

De la caja común

         El otro día mi vecino de blog escribía una interesante reflexión sobre el valor de lo colectivo. Félix indicaba con gran acierto, no sólo sabe cocinar sino que también es un afamado articulista, que el Estado de Bienestar empieza a declinar cuando los valores culturales de nuestra sociedad cambian, cuando el “nosotros” se transforma en el “yo”. En las últimas décadas en Europa se ha perdido en gran manera el valor de lo colectivo, de lo comunitario.
         Y esta semana, como si quisieran darle razón, la prensa se hacía eco de dos noticias que me parecen que abundan en este principio. El Gobierno de España anunciaba el resultado de la campaña 2010 contra el fraude en Hacienda y en Seguridad Social.
         Aparte de las cifras, 10.043 millones de euros de fraude detectado por la Agencia Tributaria (me imagino que estarán excluidas las haciendas forales con lo que la suma total sería aún mayor) y 94 millones de fraude en la Seguridad Social, un dato me ha llamado la atención; el aumento de la cantidad recaudada a grandes empresas, que son aquellas que facturan más de 100 millones de euros anuales.
         Ya no hablamos del pintor, mecánico, dentista,… que nos pregunta, o directamente lo hace con nuestra complicidad ¿sin IVA? No, hablamos de empresas potentes, que posiblemente realizan planes de responsabilidad social empresarial y en las que algunos de sus administradores se sientan en importantes foros económicos.
         El fraude, el engaño, se han instalado en nuestro subconsciente colectivo. El tramposo, el “buscavidas”, el “buscón”,… han estado presentes a lo largo de los siglos en nuestras vidas. Son socialmente consentidos cuando no justificados con argumentaciones que nos sonara conocidas: “todos los hacen”, “total lo malgastan los políticos”.
         Qué envidian me dan esos países en los que la sociedad, de forma individual y colectiva, tiene tolerancia cero con estos personajes que nos roban a todos. Porque eso es la Hacienda, la gestión de la riqueza colectiva.
         Para acabar con esto necesitamos mucha educación cívica, aumentar las inspecciones y ejemplo de austeridad en las administraciones públicas.

2 comentarios:

  1. Y la Merkel proponiemdo que los salarios se referencien al albur de los indices de productividad, jajaja Es que no saben,o es que nadie les ha dicho lacantidad de tramposos que hay en este pais, desde el Norte hasta el Sur, desde el Este al Oeste.

    ResponderEliminar
  2. Iñaki,

    Ya Max Weber analizaba la función social de las diferentes religiones en los modelos económicos. A nosotros nos ha tocado la religión de las bulas plenarias que se compraban. Otra cosa si nos hubiese tocado Lutero u otros peores... Pero, quizás no hubiese sido tan divertido.

    Por cierto, no descubras mis encantos por estos mundos.

    ResponderEliminar