martes, 1 de febrero de 2011

Contradicciones, dudas y certezas.

         El otro día en el Facebook una persona me interpelaba sobre una contradicción derivada de mi pertenencia a un determinado partido político y, a la vez, a un sindicato que manifestaban, según él,  posiciones casi antagonistas sobre el acuerdo de las pensiones.
         Más allá de lo referente a este hecho en concreto, voy a hacer una reflexión sobre lo que me suponen las contradicciones en la vida cotidiana.
         Según el Diccionario de la RAE, contradicción es “Acción y efecto de contradecir”, en fin, busco la entrada correcta. Contradecir: “Dicho de una persona, decir lo contrario de que la otra afirma o negar lo da por cierto”.
         Asimilando esta acepción al acto de hacer algo que no corresponde con lo que uno manifiesta. ¡Sí, me confieso un ser contradictorio!
         A las preguntas: ¿Puede una persona cristiana y de izquierdas seguir perteneciendo a la Iglesia católica actual? ¿Puede una persona apostar por una Banca Ética y a la vez “exigir” a su banco o caja el máximo rendimiento a sus escasos ahorros sin preguntar dónde se invierte ese dinero? ¿Puedo como consumidor exigir algo más que el precio a la hora de adquirir un producto?... Y lo más importante, ¿puede una persona de Pamplona ser aficionado a la Real Sociedad y a la vez socio de Osasuna?
         A todas ellas contesto con un Sí. De alguna de ellas hago votos de cambio; de la primera y la última (ya lo siento) no puedo cambiar. Son elementos que me han acompañado a lo largo de mis años y, a pesar de abandonos temporales, siempre regreso a ellos.
         Eso no me hace olvidar que en estos campos de la vida, y en otros muchos más, la duda me acompaña.
         Ya no sé si como proceso consciente y ordenado, como preconizaba Descartes en su desarrollo del principio de la duda metódica, o solamente como la necesidad de interrogarme sobre aquellas cuestiones que realmente me importan.
         Soy de los que cree que una pregunta bien formulada permite encontrar una buena respuesta.
         Culmino con la certeza: Las mentes son como los paracaídas; sólo funcionan cuando están abiertas.

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