Si comienza uno con certezas,
terminará con dudas; mas si se conforma
en comenzar con dudas, llegará a
terminar con certezas. Francis Bacon.
Tras el desastre del terremoto, el posterior tsunami y la amenaza nuclear todo el mundo pusimos nuestros ojos en Japón; el dictador Gadaffi aprovechaba el cambio del foco mediático para aniquilar a una parte de su pueblo.
Para mí, era necesario exigir a la comunidad internacional movimientos que parasen esa dinámica. Y en estas estábamos, cuando la ONU aprueba una resolución que autoriza la entrada en el conflicto a las fuerzas internacionales (eufemismo que significa ejércitos).
Y aquí comienzan mis dudas. Me sorprende la convicción de algunas personas con las que he compartido pancartas del “No a la guerra”, que han pasado automáticamente a justificar la intervención militar española bajo la justificación “tenemos resolución de la ONU y esto da un respaldo jurídico que la guerra de Irak no tenía” (según políticos y tertulianos de la derecha la resolución 1441 de la ONU permitía esa intervención). Pero incluso aceptando esta premisa jurídica, que no ética, continúan mis dudas.
Esta resolución está numerada como la 1970. No me voy a poner a repasar todas, pero me viene varias la cabeza en las que no hemos actuado con tanta vehemencia: Sahara, Palestina, Tibet, etc.
¿Había que hacer algo para detener el ataque de Gadaffi? Por supuesto. ¿El qué?
Para algunos parece que Gadaffi ha surgido como un dictador caído del cielo en Marzo de este año. Los mismos que en los últimos años han recibido al dictador con honores de Jefe de Estado (la última vista a España fue en diciembre de 2007), los mismos que le han vendido armamento para aniquilar a su pueblo, los mismos que han comprado a Gadaffi (no al pueblo de Libia) su petróleo, que han permitido la entrada del dinero del sátrapa en su clubs de futbol, en sus grupos de comunicación o han permitido “comprar” título universitarios a los hijos de Gadaffi.
Estos mismos que han ignorado a las asociaciones de Derechos Humanos en sus críticas al Gobierno Libio (por citar un solo ejemplo, el Informe anual de Amnistía Internacional del año 2004), estos mismos nos piden que le apoyemos a pies juntillas. Permítanme que dude de sus intenciones.
¿Que qué podríamos haber hecho para evitar llegar a esta situación? Se me ocurren varias cosas. No venderle armas, establecer un bloqueo comercial (lo “siento” por Repsol), romper relaciones diplomáticas o mantener contacto con la oposición libia en el exilio (que existe desde hace años).
En este último aspecto me surgen otras dudas ¿Quién son estos rebeldes? ¿Son, como afirman algunos, jefes tribales en búsqueda de poder? ¿Son, como afirman otros y deseamos todos, organizaciones civiles defensoras de los derechos democráticos? ¿Quién les financian la compra de armas? ¿Es cierto que en “gobierno” de los rebeldes hay varios ministros de Gadaffi, conversos de última hora?
Pero mientras se me aclaran éstas y otros dudas que me irán surgiendo: ¡No a la guerra! ¡No a los dictadores!
Nota: Javier Vizcaino ha publicado en Diario de Noticias (domingo 20 y jueves 24 de marzo) unas columnas muy interesantes y, por supuesto, mejor escritas.
Nota del 30 de marzo: La Conferencia de Londres toma posición política y militar por los rebeldes libios (no excluyen armarlos como antes armaron al dictador). Esta toma de posición, que se podrá considerar legítima, modifica el discurso unidireccional de que la intervención militar sólo quería crear una linea de exclusión aerea para proteger a los civiles.