sábado, 29 de enero de 2011

SOBRE CAJAS, OXIMORON, CAMBIOS… Y OTRAS COSAS.

               
                Voy a recoger elementos de los blogs que me rodean para intentar escribir algo inteligible, no confundir con algo inteligente, sobre un tema de actualidad: la privatización de las cajas, de las cosas que van cambiando y de aquellas que no varían. O sea un corta pega en toda regla.
                Se ha escrito mucho sobre la reestructuración del  sector financiero y, en especial, de las cajas de ahorro y montes de piedad. Entidades que por lo visto son muy nuestras, no tanto como la paella pero se sitúan en el nivel de la siesta, y en Europa son un modelo no muy desarrollado. Y parece que como era muy difícil de explicar, lo cerramos y ya está. Y como además tiene algo de componente público y de control (en algunos casos descontrol) político ¡Pues nada nos sale muy bien el negocio!
                El problema es que para poder venderlas, primero debemos limpiarlas (procesos de fusión y pérdidas de plantillas, un compañero escribía que nos encontrábamos en un verdadero proceso de reconversión industrial) y darles lustre (sanearlas económicamente con fondos públicos) todo con el objetivo de dejarlas muy apañadas y se conviertan “voluntariamente” en lo que deben ser: bancos privados, que son los que funcionan y no necesitan de ninguna ayuda (esto último con ironía).
                Como soy de letras, posiblemente lo que diga a partir de ahora no será académicamente correcto y lo escrito con anterioridad posiblemente tampoco, yo apuesto por entidades financieras públicas, llámense cajas o bancos, que compitan con la banca privada, que sea una banca eficiente. Eficiencia basada en el cumplimiento de los objetivos que persiguen: apuesta por la economía real alejada de criterios meamente especulativos y que hagan fluir el dinero a créditos a las pymes y autónomos, que apoyen a la economía sostenible, el crédito a las viviendas, etc.
                Si mi memoria no me falla, las cajas y las antiguas Argentaria, Caja Postal, etc., funcionaban,  y bien.
                Todo en la vida necesita contrapesos y estamos, una vez que veamos desaparecer en poco tiempo a unas entidades financieras que suponen el 50% del mercado, dejando a la banca privada un campo de juego libre de competidores En esto consiste la liberalización del mercado (probablemente uno oxímoron): menos competencias y más beneficios.
                     Y acabo con las citas prometidas (esto es publicidad gratuita de vuestros blos):
                De mi vecino de arriba, Félix, hablando de Banca Cívica: “Es preciso dar una oportunidad a los valores éticos y cívicos… puede sonar muy ingenuo; pero más ingenuo suena el pretender perpetuar un mercado desregularizado al son de los movimientos especulativos y sin balance ni responsabilidad social”.
                De mi vecino de rellano, Manolo, os dejo esta reflexión: “Nunca han gobernado los inaprensibles mercados, sino quienes gobiernan los mercados, pero tampoco nunca la política ha estado tan a merced de esos  mercados”.
                Para finalizar un poquito de esperanza en los proyectos colectivos; el desarrollo de la banca ética. Entidades como Fiare (www.fiare.org) pueden ser un buen inicio.
Nota 1: si hay algún error disculparlo, soy de los que aprendo por acumulación y en este tema soy neófito.
Nota 2: os reseño dos artículos de opinión. “La tercera desamortización” de Enrique Viaña en Nueva Tribuna (25-1-2011) y “¿Fue un error privatizar Argentaria y Endesa?” de Joan Majó en El País (17-3-2010).

miércoles, 26 de enero de 2011

El desajuste del mundo.


Estos días he finalizado de leer un libro muy interesante y que los sucesos que están ocurriendo en los países del magreb bañados por el Mediterráneo (Argelia, Túnez y Egipto) le dan una especial actualidad. La población de los países árabes necesita de actuaciones colectivas que les permita salir de su frustración. Esperemos que encuentren salidas democráticas que den respuestas a las demandas de unas poblaciones que necesitan sentirse orgullosas de dirigir sus pasos.

El ensayo “El desajuste del mundo” del escritor libanés residente en Francia, Amin Maalouf reflexiona sobre el agotamiento de nuestros modelos sociales, centrados en la pérdida de valores, el desajuste económico y financiero y el cambio climático. Pero como dice el autor: es un diagnóstico inquietante pero que desemboca en una nota de esperanza.

Para animaros a su lectura os transcribo dos partes del libro que creo muy acertadas:

“… debemos ir construyendo poco a poco una civilización común, basada en los dos principios intangibles e inseparables, que son la universalidad de los valores esenciales y la diversidad de las expresiones culturales.
         Para que no haya malentendido alguno, específico que, desde mi punto de vista, respetar una cultura es propiciar la enseñanza de la lengua en que se funda, es favorecer el conocimiento de su literatura…. A la inversa, ser complaciente con la tiranía, la opresión, la ablación… so pretexto de que proceden de otra cultura diferente, eso no es respeto, es desprecio encubierto” (pág.276)

“Aceptar a los demás no es ni más ni menos natural que rechazarlos. Reconciliar, reunir, adoptar, ganarse a alguien, pacificar son gestos voluntarios, gestos civilizados, que exigen lucidez y perseverancia; gestos que se adquieren, que se enseñan, que se cultiva. Enseñar a los hombres a vivir juntos es una larga batalla que nunca está del todo ganada. Precisa una reflexión serena, una pedagogía hábil, una legislación apropiada e instituciones adecuadas” (pág. 296).

Necesitamos reforzar nuestro valores democráticos, posiblemente reformulando las formas de actuación, y curiosidad para cercarnos a lo diferente.

martes, 25 de enero de 2011

CRISIS Y SOLUCIÓN DEMOCRÁTICA

Hay amplia literatura sobre el origen de esta crisis, de las tribulaciones de los Estados, de las reflexiones sobre la refundación del capitalismo, del apoyo sin condiciones (por lo menos en España) al sistema financiero y, por último, del rearme del mercado y la aplicación de los gobiernos de duros recortes sociales y de profundas reformas en instituciones financieras muy asentadas en  la sociedad española (cuando publique el Gobierno sus propuesta veremos blanco  sobre negro el alcance de estas medidas).
Pero a partir de aquí, quiero reflexionar sobre los procesos, podríamos llamarlos psicológicos, que han permitido la asunción por parte de toda la ciudadanía del discurso, casi ya litúrgico, de: “medidas  que sirvan para tranquilizar al mercado”. De un mercado que, en estado casi agonizante (2008) ,solicitaba ayudas a los gobiernos y, como el mal alumno, juraban haber aprendido la lección y hacía votos de enmienda.
Mucho se está hablando de la “doctrina del shock” (Naomi Klein) como instrumento del mercado para   imponer fuertes ajustes, basados en la cultura del desastre.
Pero en España esta teoría se está imponiendo con unas características y un alcance muy importantes. Primero pasamos por las fases habituales cuando nos transmiten una mala noticia, como puede ser una grave enfermedad: negación, ¿ira?, depresión y aceptación, para convertirnos, con gran devoción, en los alumnos aventajados en la aplicación de las duras medidas de ajuste.
Mucho se ha teorizado sobre aquella semana de mayo 2010 en el que “Zapatero como San Pablo camino de Damasco vio revelado la doctrina verdadera”.
Los que me conocen ya saben que no soy precisamente un fan de Zapatero, pero me resulta inconcebible este cambio sin que el presidente haya sido objeto de una fuerte sesión de terapia de Shock.
Pero lo verdaderamente inconcebible es que hallamos asumido estas revelaciones como si de un nuevo dogma hablásemos; déficit del 3%, ajustes al 2013, mercados, reformas…
Después de la primera terapia, centrada en la reforma laboral y que ha culminado con la, para mí, vergonzosa decisión de eliminar la ayuda de los 426€ a los parados que han agotado el cobro de las prestaciones por desempleo, el gobierno ha analizado las respuestas del paciente y ha preparado la siguiente receta: reforma de las pensiones para garantizar el sistema dentro de 40 años.
Esta idea sólo es posible en una situación social de fuerte shock. Se introducen variables como verdades absolutas, especialmente las demográficas, que en otras ocasiones se han revelado como inciertas.
No se entiendan estas críticas como una negación a la necesidad de realizar reformas en el sistema de pensiones, que garanticen el futuro del mismo. El pacto de Toledo así lo ha ido realizando y dando los pasos necesarios para que actualmente más pensionistas cobren más durante más tiempo.  Pero lo que me niego a aceptar es que sean las únicas medidas para una España de dentro de 30 años y que, sólo igual que en otros aspectos económicos, se opere sobre la variable de gastos (tomemos como ejemplo las propuestas de CCOO publicadas en su web confederal).
Y ante esta situación ¿qué respuestas damos desde la política y, especialmente, desde nuestra situación de izquierda social?
Las organizaciones sociales de la clase trabajadora ya han dado sus respuestas  (Huelga General 29 septiembre, negociación pacto social…). Pasos que han sido duramente criticados (otro día ya escribiré sobre estos desafortunados ataques que el movimiento sindical ha sufrido), pero actuaciones que les han puesto en la centralidad del debate.
En cambio, la política con mayúsculas se ha convertido en un problema y no en la solución. Pero lo más grave es que esta desafección es mayor en las “clases populares”. Parecen decirnos que ante los mercados y sus exigencias hemos claudicado, que las políticas sólo sirven a este fin, que la política económica sólo busca la ciencia numérica y pierde su vocación para servir a la ciudadanía.
Debemos reivindicar la democracia, “no sólo como un sistema electoral sino como un valor de igualdad, de cambio social” (Joan Subirats). El valor de lo político, la supremacía de lo colectivo, la defensa de lo público… No es cierto que no se pueda hacer nada desde el campo de las ideas. ¡Todo es política!
Las decisiones que han permitido esta desgobernanza de los mercados financieros han sido decisiones políticas. Por ejemplo, en EEUU en 1933, después del crac del 29 se separó la banca comercial de la banca de inversión. En 1999 con Clinton en la presidencia se volvió a permitir y después de la última crisis financiera se vuelve a debatir sobre su separación. Más allá de la ley en sí, lo que quiero resaltar es que se puede influir desde la política en el mercado.
Soy optimista en que es posible el cambio; que es posible mudar las ideas, que la izquierda social y la izquierda ciudadana tiene respuesta para esta situación.
Por lo menos debemos aplicarnos a ello, en lo que a mí respecta a ello me voy a dedicar, desde la concepción clásica de que “nada de lo humano me es ajeno” (Terencio).