Voy a recoger elementos de los blogs que me rodean para intentar escribir algo inteligible, no confundir con algo inteligente, sobre un tema de actualidad: la privatización de las cajas, de las cosas que van cambiando y de aquellas que no varían. O sea un corta pega en toda regla.
Se ha escrito mucho sobre la reestructuración del sector financiero y, en especial, de las cajas de ahorro y montes de piedad. Entidades que por lo visto son muy nuestras, no tanto como la paella pero se sitúan en el nivel de la siesta, y en Europa son un modelo no muy desarrollado. Y parece que como era muy difícil de explicar, lo cerramos y ya está. Y como además tiene algo de componente público y de control (en algunos casos descontrol) político ¡Pues nada nos sale muy bien el negocio!
El problema es que para poder venderlas, primero debemos limpiarlas (procesos de fusión y pérdidas de plantillas, un compañero escribía que nos encontrábamos en un verdadero proceso de reconversión industrial) y darles lustre (sanearlas económicamente con fondos públicos) todo con el objetivo de dejarlas muy apañadas y se conviertan “voluntariamente” en lo que deben ser: bancos privados, que son los que funcionan y no necesitan de ninguna ayuda (esto último con ironía).
Como soy de letras, posiblemente lo que diga a partir de ahora no será académicamente correcto y lo escrito con anterioridad posiblemente tampoco, yo apuesto por entidades financieras públicas, llámense cajas o bancos, que compitan con la banca privada, que sea una banca eficiente. Eficiencia basada en el cumplimiento de los objetivos que persiguen: apuesta por la economía real alejada de criterios meamente especulativos y que hagan fluir el dinero a créditos a las pymes y autónomos, que apoyen a la economía sostenible, el crédito a las viviendas, etc.
Si mi memoria no me falla, las cajas y las antiguas Argentaria, Caja Postal, etc., funcionaban, y bien.
Todo en la vida necesita contrapesos y estamos, una vez que veamos desaparecer en poco tiempo a unas entidades financieras que suponen el 50% del mercado, dejando a la banca privada un campo de juego libre de competidores En esto consiste la liberalización del mercado (probablemente uno oxímoron): menos competencias y más beneficios.
Y acabo con las citas prometidas (esto es publicidad gratuita de vuestros blos):
De mi vecino de arriba, Félix, hablando de Banca Cívica: “Es preciso dar una oportunidad a los valores éticos y cívicos… puede sonar muy ingenuo; pero más ingenuo suena el pretender perpetuar un mercado desregularizado al son de los movimientos especulativos y sin balance ni responsabilidad social”.
De mi vecino de rellano, Manolo, os dejo esta reflexión: “Nunca han gobernado los inaprensibles mercados, sino quienes gobiernan los mercados, pero tampoco nunca la política ha estado tan a merced de esos mercados”.
Para finalizar un poquito de esperanza en los proyectos colectivos; el desarrollo de la banca ética. Entidades como Fiare (www.fiare.org) pueden ser un buen inicio.
Nota 1: si hay algún error disculparlo, soy de los que aprendo por acumulación y en este tema soy neófito.
Nota 2: os reseño dos artículos de opinión. “La tercera desamortización” de Enrique Viaña en Nueva Tribuna (25-1-2011) y “¿Fue un error privatizar Argentaria y Endesa?” de Joan Majó en El País (17-3-2010).