lunes, 20 de junio de 2011

He montado un banco

                Es lo que tiene el verano: cervezas en una terraza y larga conversación. En esta dulce circunstancia nos encontrábamos los cuatro amigos charlando de lo divino y de lo humano cuando uno de ellos, autónomo por más señas, nos comentó la dificultad de encontrar financiación para su negocio. Los bancos le tenían estrangulado.
                Yo, que como soy de letras me manejo en los temas económicos con gran temeridad, le dije que no se preocupara que yo le prestaba el dinero: así me convertí en Banco. Antonio me dijo que hacía bien que Iosu, el autónomo, era un tipo de fiar y que yo era un tío cojonudo: ya teníamos la Agencia Calificadora. Y por fin, el cuarto jinete del apocalipsis, Jose (sin acento), dijo que él ponía pasta si algún mes Iosu no podía pagar: se cierra el círculo ya teníamos a la Aseguradora.
                Con todo esto ya cerrado, y mientras le pedíamos otra ronda al camarero, le hice a Iosu la pregunta del millón.
-          Oye ¿y tú cuanto necesitas?
-          Para este semestre unos 45.000 euros
-          Coño- exclamamos los tres al unísono.
                Después de este primer impulso, se produjo uno de esos molestos silencios que se rompió cuando uno de nosotros pronunció la famosa frase: “¡Si por dinero va a ser!”. Mientras permanecíamos cómodamente sentados, el sol se iba poniendo y la mesa se llenaba de botellines, Antonio, nuestra empresa aseguradora, nos comentó que él sabía a través de un amigo que tenía su cuñado trabajando  en “Diputación”, que existía una oficina de Bancos. Por lo visto, uno se tenía que apuntar en esa oficina.
-          Al punto de la mañana voy.- dije con la mayor de la convicción posible. Este comentario fue jaleado con el consiguiente: ¡Saca otra!.
                Al día siguiente, con la cabeza pa´ca y el estómago pa´lla, me dirigí a la Oficina de Bancos. Presenté una serie de papeles, entre ellos los documentos firmados por Antonio (Agencia Calificadora) y Jose (Aseguradora) diciendo que “era un chaval muy serio”. Documentos que fueron cuñados diligentemente. Al finalizar esta operación me dieron un carné de Banco donde se leía: Banco San Miguel (no sé por que me vino a la cabeza ese nombre). Al preguntar  en que ventanilla me prestarían el dinero me indicaron que esa sección se encontraba  en el tercer piso y que abría de 11,00 horas a 11,15 horas. “Es que el dinero se agota rápidamente”.
                Consulté mi reloj y me lancé como un poseso escalera arriba. Tras esperar un poco me encontré ante un señor que me preguntó con cara de pocos amigos que “¿Qué quería?”. Le dije que necesitaba con urgencia 45.000 euros y le entregué mi carné bancario. Al ver esta insigne acreditación su rostro se relajo y me indicó, guiñándome el ojo izquierdo, que no había problema alguno. Me comentó que el dinero se prestaba al 1%. “Por que lo dice Europa. Que si fuera por nosotros se lo dejábamos gratis”  y que debían ser devueltos en 5 años.- “Sin prisa. Si no puede me llama y se lo dejo otros 5 años”.
                Firmé un par de papelitos,  salí con mis 45.000 euros en el bolsillo y dispuesto a llamar a Iosu en cuanto pisará la calle. Antes de poder cumplir mis cometidos,  un señor muy trajeado que estaba en el rellano me abordó con una sonrisa y me llevo a un lugar un poco apartado. “¡Joder! Con eso de ser rico se liga un montón. Te guiñan un ojo, te llevan a un reservado”. Este señor me explicó que trabajaba para “El Banco de Europa” y me dio un folleto a colores donde detallaba con dibujitos lo que me estaba explicando.
                En resumen, que  si yo le prestaba el dinero a la Oficina del Banco de “Diputación”, de donde acababa de salir, ésta  me daría un interés del 5%, encima garantizado y te lo devuelven en tres meses. Aunque, a pesar de ser oficialmente banquero, sigo siendo de letras vi que la operación era rentable. Lo consulté con Antonio y Jose y, decidimos que era una buena idea y que seguro de Iosu,“que para algo es empresario”, tendría algo ahorrado y podría tirar esos tres meses.
                Me encargaron que hablase con Iosu. Le mentí por segunda vez en mi vida, la primera fue en el colegio al negar que yo me hubiera comido su bocata del recreo. Le aseguré que hasta dentro de tres meses no me podían dar el dinero, ya que era un Banco nuevo.
                Nos seguimos viendo los cuatro y comprobamos, para nuestra sorpresa, que Iosu no tenía en esos momentos casi nada ahorrado – “La crisis está siendo ya muy larga”-y que había rehipotecado su casa. Pero era optimista al saber que un plazo ya menor a tres meses tendría su dinero.
                Aprovechando que un día no estaba Iosu, el resto de la cuadrilla nos juramentamos que el día que venciese el préstamo a la “Diputación” iríamos juntos a coger el dinero y además  a darle al ausente los intereses que hubiera generado la operación.
                Dicho y hecho. Mientras bajábamos por las escaleras de la Oficina de Banco, repasamos las  cuentas y vimos que esto era un chollo. “Pero no le demos las vueltas”-aseveró Antonio- “Los amigos son los amigos” (es que Antonio es muy de frases hechas). En ese fatídico momento apareció el señor de Europa, mejor trajeado y con un folleto más coloreado que el anterior. Nos comentó, -“Sin ningún compromiso”, que ahora se podía hacer lo mismo pero prestando dinero a la Oficina de Bancos de Grecia, -“Que también, por ahora,  es parte de Europa”- pero esta vez al 8% de interés y devolución mensual.
                Al final cambiamos de terraza para tomar las cervezas, eran de  la misma marca pero más caras,-"¡ Por dinero va a ser!" y en el camino perdimos un amigo. Pero como sentenció Antonio - “La amistad está sobrevalorada”.

Nota: este relato pretende contar con un poco de humor e ironía una realidad dramática de muchas Pymes y autónomos. Espero no haber frivolizado en demasía.

No hay comentarios:

Publicar un comentario